Durante los tiempos
comunistas la censura detrás de la Cortina de Hierro estaba muuuuy cabrona.
Si había algo que
se trataba de evitar a toda costa era la influencia de Occidente
sobre la cultura local.
Esto se extendía a
todos los ámbitos de la vida diaria, incluidos los nombres de los
niños recién nacidos.
Para evitar que los
padres les pusieran a sus retoños nombres
faroles como Kevin Nowak, Jennifer Kowalska o alguna otra aberración (ccp Brandon Rodríguez, Brayan Pérez y Britny Hernández), impusieron un sistema muy creativo:
Para empezar, como ya El Araño les había comentado anteriormente, a esta gente le encanta reciclar frascos. De hecho, el equipo olímpico polaco de reciclaje de frascos pinta como gran candidato a llevarse la medalla de oro en Río 2016. A esto agréguenle que la austeridad estaba a tope durante la época comunista.
El resultado era lógico: pusieron 2 frascos grandotes en cada oficina del Registro Civil, todavía con ese delicioso olor a pepinillos agrios, cada uno con 50 pelotitas con nombres preaprobados PERSONALMENTE por el tío Stalin.
El resultado era lógico: pusieron 2 frascos grandotes en cada oficina del Registro Civil, todavía con ese delicioso olor a pepinillos agrios, cada uno con 50 pelotitas con nombres preaprobados PERSONALMENTE por el tío Stalin.
El frasco de las
niñas tenía 2 pelotitas con cada uno de los siguientes nombres:
- Anna
- Agnieszka (Inés)
- Aleksandra
- Katarzyna (Catalina)
- Małgorzata (Margarita)
- Marta
El frasco de los
niños tenía 2 veces cada uno de los siguientes nombres:
- Bartosz (Bartolomeo)
- Grzegorz (Gregorio)
- Jakub (Jacobo/Jaime/Santiago/Diego)
- Krzysztof (Cristóbal)
- Piotr (Pedro)
- Paweł (Pablo)
En ambos
frascos, los otros 38 nombres no se repetían.
Cuando los padres llegaban a registrar a su chilpayate, les vendaban los ojos como cuando te toca pegarle a la piñata, revolvían las pelotitas, sacaban una, y ese era el nombre con el que bautizarían al niño.
Había una segunda variante en la que los padres, en lugar de elegir el primer nombre, preferían descartar las primeras 2 pelotitas y bautizar al niño con el nombre que saliera en la tercera oportunidad. Hay gente a la que les gustaba vivir al filo de la navaja.
Cuando los padres llegaban a registrar a su chilpayate, les vendaban los ojos como cuando te toca pegarle a la piñata, revolvían las pelotitas, sacaban una, y ese era el nombre con el que bautizarían al niño.
Había una segunda variante en la que los padres, en lugar de elegir el primer nombre, preferían descartar las primeras 2 pelotitas y bautizar al niño con el nombre que saliera en la tercera oportunidad. Hay gente a la que les gustaba vivir al filo de la navaja.
En fin... es por eso
que toooooooooodos l@s polac@s se llaman igual :)
.
.
.
.
¡¡¡N'aaaaaah!!!
Si tienen un
poquito de sentido común ya se habrán dado cuenta de que todo esto
es puro desmadre, pero hasta ahora El Araño (sí, sí... él viene de un pinshi
país donde todos los vatos, incluído él, se llaman José, todas
las morras se llaman María, o Guadalupe, o María Guadalupe... ¡¡¿¿Y??!! ¿Algún problema?) no ha encontrado
otra explicación lógica para este fenómeno.
Quizás es
sólo el hecho de que el catolicismo sigue influyendo de manera
importante en la idiosincracia poloca loca.
Lo que sí es bastante práctico de todo esto es que cuando rellenas un formulario, el campo de Sexo es casi innecesario: con un par de excepciones (ay, Polonia... Polonia... tú y tus putas excepciones... ¡hasta las excepciones tienen excepciones, carajo!), los nombres de hombre siempre terminan en consonante, y los nombres de mujer siempre terminan en A.
En los países hispanohablantes, José María es hombre pero María José es mujer... y Guadalupe puede ser para ambos.
En Francia, Camille puede ser hombre o mujer. Mismo caso para Ashley en los países angloparlantes.
PS1. Hasta
ahora, El Araño no ha conocido ningún Józef (José) ni a ningún
Albert... pero en el trabajo conoce a 2 Goyos, 5 Jacobos, 3 Pablos y 4 Pedros. Además, en toda su vida en México sólo recuerda haber conocido a 3 Martas, acá ya conoce como a 7.
PS2. Sólo
por experimentar, quizás algún día entre a un restaurante que esté
atascado de gente y grite “¡Kasiaaaaa!” (la version corta de
Katarzyna) para ver cuántas morras voltean :)