Era uno de esos días "normales" en los que ya era costumbre que el sol no diera muestras de tener ganas de asomarse ni por 5 minutos.
Él ya había teminado de trabajar, ya había ido a lavar su ropa, la había colgado en el tendedero improvisado que había instalado en el cuarto y ya hasta había ido a comprar al súper la despensa de la semana.
Era también uno de esos días en los que él no se sentía muy bien, y no por el lado físico, sino por el lado "mental", así que, sin nada más que hacer, decidió salir a dar la vuelta como de costumbre. Ir a echarle un ojo al barrio medieval por las tardes siempre le devolvía la tranquilidad interior... además de que a esa hora en la tele pasaban un programa en el que trataban puros temas de salud y no es recomendable ver cosas de esas cuando se es medianamente hipocondriaco.
Y así, envuelto con la chamarra, la bufanda, el gorro, los guantes, doble calcetín y con el paraguas en el morral (porque como dice el Principito, uno nunca sabe), salió a recorrer aquéllas calles en las que, si no fuera por los coches estacionados, el tiempo parecería haberse detenido.
La lluvia lo soprendió cuando estaba a punto de llegar, así que tuvo que correr a refugiarse debajo de la Puerta de Santiago.
Alegremente no era más que una simple nube pasajera. Atravesó el puente que pasa sobre el río y caminó sobre la otra orilla, miró hacia arriba y observó cómo el cielo empezaba a abrirse... era aún más impresionante que aquella escena donde Moisés hizo que el mar se abriera.
El sol comenzó a brillar. En cosa de un instante la temperatura pasó de 5 a 30°, los pájaros comenzaron a cantar, las mariposas volaban por doquier, los capullos de rosa y tulipán comenzaron a reventar por todos lados y los árboles reverdecieron. Eso era aún más hermoso de lo que él había visto en las tarjetas postales desde su llegada medio año atrás.
El calor era tal que tuvo que quitarse rápidamente todos los implementos invernales que traía puestos. La humedad del pasto ya se había evaporado, así que se acostó a observar aquélla escena y poco a poco se fue quedando dormido esbozando una gran sonrisa en la cara, no sin antes colocarse el gorro sobre la cara para protegerse del sol.
Toc, toc, toc... toc, toc, toc...
Súbitamente algo lo despiertó... se giró sobre sí mismo... y se dio cuenta de que en realidad estaba en su cuarto. La noche era fría y oscura, además lluovía fuertemente y alguien golpeaba la ventana.
- ...s-s-sí?
- ¡Ábreme!
No vio el reloj, pero supuso que serían alrededor de las 2 de la mañana. Se levantó de golpe, encendió la luz y abrió la ventana. El agua entraba a chorros... y ahí estaba ella, con no muy buen semblante y cubriéndose de la lluvia con una cobija.
- ¿Pero qué pasó? ¿Qué haces ahí?
- ¿Puedo quedarme a dormir hoy contigo?
- Sí, ahora mismo te abro, camina hacia la puerta, nada más déjame encontrar la llave
- No, por aquí me brinco
Y como pudo, trepó el muro y él la ayudó a bajar.
Colocó la cobija sobre la silla y se quitó las sandalias y los calcetines en lo que él iba a buscar una toalla.
- Y... ¿qué pasó?
- Nada... es solo que... nada
- Bueno... no te preocupes. Ven, vamos a domir. Ya es tarde y mañana tenemos que trabajar.
Se recostaron. Él ya ni dijo nada, ella tampoco... simplemente se abrazaron mutuamente y se quedaron dormidos.
De repente, una música comenzó a sonar...
Brrrr.. brrrr..
Y si no existieras ya,
Brrrr.. brrrr..
dime ¿para qué existiría yo?
Brrrr.. brrrr..
Para arrastrarme en un mundo sin ti
Brrrr.. brrrr..
sin esperanza ni fe...
A él le pareció que sólo habían pasado 5 minutos... pero en ese parpadeo en realidad habían pasado ya 5 horas. Eran las 7 de la mañana y lo que sonaba era la alarma del celular, con vibración y toda la cosa.
Él simplemente extendió la mano para alcanzarlo, silenció la alarma y lo volvió a dejar sobre la mesa.
Se giró, se despaviló un poco y se puso a mirar hacia el techo. Algo lo hizo voltar la mirada hacia su izquierda, y notó que ella ya no estaba ahí... sólo había una almohada atorada entre la cama y la pared. No había cobija mojada, no había silla y, peor aún, no estaba en su cuarto de Francia, sino en el de México... ¡absolutamente nada había sido real!
En sus ojos no se veía nada más que una infinita tristeza...
Él ya había teminado de trabajar, ya había ido a lavar su ropa, la había colgado en el tendedero improvisado que había instalado en el cuarto y ya hasta había ido a comprar al súper la despensa de la semana.
Era también uno de esos días en los que él no se sentía muy bien, y no por el lado físico, sino por el lado "mental", así que, sin nada más que hacer, decidió salir a dar la vuelta como de costumbre. Ir a echarle un ojo al barrio medieval por las tardes siempre le devolvía la tranquilidad interior... además de que a esa hora en la tele pasaban un programa en el que trataban puros temas de salud y no es recomendable ver cosas de esas cuando se es medianamente hipocondriaco.
Y así, envuelto con la chamarra, la bufanda, el gorro, los guantes, doble calcetín y con el paraguas en el morral (porque como dice el Principito, uno nunca sabe), salió a recorrer aquéllas calles en las que, si no fuera por los coches estacionados, el tiempo parecería haberse detenido.
La lluvia lo soprendió cuando estaba a punto de llegar, así que tuvo que correr a refugiarse debajo de la Puerta de Santiago.
Alegremente no era más que una simple nube pasajera. Atravesó el puente que pasa sobre el río y caminó sobre la otra orilla, miró hacia arriba y observó cómo el cielo empezaba a abrirse... era aún más impresionante que aquella escena donde Moisés hizo que el mar se abriera.
El sol comenzó a brillar. En cosa de un instante la temperatura pasó de 5 a 30°, los pájaros comenzaron a cantar, las mariposas volaban por doquier, los capullos de rosa y tulipán comenzaron a reventar por todos lados y los árboles reverdecieron. Eso era aún más hermoso de lo que él había visto en las tarjetas postales desde su llegada medio año atrás.
El calor era tal que tuvo que quitarse rápidamente todos los implementos invernales que traía puestos. La humedad del pasto ya se había evaporado, así que se acostó a observar aquélla escena y poco a poco se fue quedando dormido esbozando una gran sonrisa en la cara, no sin antes colocarse el gorro sobre la cara para protegerse del sol.
Toc, toc, toc... toc, toc, toc...
Súbitamente algo lo despiertó... se giró sobre sí mismo... y se dio cuenta de que en realidad estaba en su cuarto. La noche era fría y oscura, además lluovía fuertemente y alguien golpeaba la ventana.
- ...s-s-sí?
- ¡Ábreme!
No vio el reloj, pero supuso que serían alrededor de las 2 de la mañana. Se levantó de golpe, encendió la luz y abrió la ventana. El agua entraba a chorros... y ahí estaba ella, con no muy buen semblante y cubriéndose de la lluvia con una cobija.
- ¿Pero qué pasó? ¿Qué haces ahí?
- ¿Puedo quedarme a dormir hoy contigo?
- Sí, ahora mismo te abro, camina hacia la puerta, nada más déjame encontrar la llave
- No, por aquí me brinco
Y como pudo, trepó el muro y él la ayudó a bajar.
Colocó la cobija sobre la silla y se quitó las sandalias y los calcetines en lo que él iba a buscar una toalla.
- Y... ¿qué pasó?
- Nada... es solo que... nada
- Bueno... no te preocupes. Ven, vamos a domir. Ya es tarde y mañana tenemos que trabajar.
Se recostaron. Él ya ni dijo nada, ella tampoco... simplemente se abrazaron mutuamente y se quedaron dormidos.
De repente, una música comenzó a sonar...
Brrrr.. brrrr..
Y si no existieras ya,
Brrrr.. brrrr..
dime ¿para qué existiría yo?
Brrrr.. brrrr..
Para arrastrarme en un mundo sin ti
Brrrr.. brrrr..
sin esperanza ni fe...
A él le pareció que sólo habían pasado 5 minutos... pero en ese parpadeo en realidad habían pasado ya 5 horas. Eran las 7 de la mañana y lo que sonaba era la alarma del celular, con vibración y toda la cosa.
Él simplemente extendió la mano para alcanzarlo, silenció la alarma y lo volvió a dejar sobre la mesa.
Se giró, se despaviló un poco y se puso a mirar hacia el techo. Algo lo hizo voltar la mirada hacia su izquierda, y notó que ella ya no estaba ahí... sólo había una almohada atorada entre la cama y la pared. No había cobija mojada, no había silla y, peor aún, no estaba en su cuarto de Francia, sino en el de México... ¡absolutamente nada había sido real!
En sus ojos no se veía nada más que una infinita tristeza...
Wey.... ya necesitas domadora... y dejar de fumar de eso...
ResponderBorrarBetossss... gran historia (siempre ma ha gustado mucho como escribes :)...Pero concuerdo con Rick... "Ya consigue novia"... Jajajaja
ResponderBorrarEn eso trabajo, ñoña... pero yo quiero a ESA en particular :P
ResponderBorrarPues si la neta, si esta chida la narracion, un tanto deprimente, pero es buena, digna de ser publicada en sitios de internet de narraciones, porque no la publicas Golfa?
ResponderBorrar...y dónde hay uno de esos, golfa del mal?
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