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martes, 8 de septiembre de 2015

Suoik: el chilango varsoviano


A finales de 1944 la ciudad quedó casi totalmente vacía… y en ruinas.

Si alguna vez vieron la película de “El Pianista” más o menos se darán una idea de lo jodida que estaba situación: sólo quedaron unos cuantos cientos de almas que sobrevivían comiendo lo que se encontraban entre los escombros.
Estuve tratando de encontrar el dato exacto pero mi amigo Google no anda con muchas ganas de colaborar hoy… lo que sí es que, al terminar la guerra, cerca de 400,00 personas volvieron. Sólo una tercera parte de las que había originalmente… y viviendo en condiciones quizás peores a las de los cabrones que siguen habitando los campamentos de damnificados del terremoto del 85 en el DF.
Los trabajos de reconstrucción de la ciudad comenzaron casi tan pronto como terminó la guerra… bueno… no… en realidad les tomó como 8 años empezar a hacer algo, o sea, lo mismo que ustedes llevan intentando escribir su tesis, no se hagan pendejos.
Y sonará a propaganda comunista-leninista-stalinista-Pejeloverista, pero en este caso la ciudad sí fue reconstruida por y para el pueblo, a través de donaciones de dinero o de trabajo voluntario, aunque aparentemente también algunos eran voluntarios a la de a huevo. Ya saben… el tío Stalin no se andaba con chingaderas.
Y de pronto sucedió lo que sucede en todos lados: mucha gente de otras ciudades se mudó a la gran ciudad en busca de oportunidades.
No sé si llamarlo así, pero se vivió una especie de proceso de gentrificación: la mayor parte de los habitantes de la ciudad no eran originalmente de aquí.

De hecho, aún hoy, es muy difícil encontrar gente cuya familia haya vivido en Varsovia por más de 4 generaciones, casi tan difícil como encontrar un político honesto en México.
N’aaaah, no tanto, ¡pero de que está cabrón, está cabrón!

En fin… esto dio origen a un nuevo tipo de habitante de Varsovia: el SŁOIK (pronunciado “suoik”), que significa FRASCO.
¿Pero por qué? Tres cosas a considerar:
1.       Como buen país católico, en Polonia las familias son bastante unidas. Quizás no tanto como en México, pero sí mucho más que en otros países europeos.
2.       Ahora ya puedes ir al pinshi OXXO a comprar vino importado de Francia, cerveza importada de Alemania y chorizo de la hermana república de Toluca. 50 años atrás, el conseguir productos de tu región en un lugar que se encuentra a “tan sólo” 300 Km era algo casi heroico.
3.       Con los medios de transporte de la época (recuerden, eran los tiempos de la cortina de hierro) seguramente el ir a visitar a la familia no era cosa fácil (ni barata), así que cualquier visita se convertía en algo especial, ¡así que esa visitilla de fin de semana ameritaba festejarse con shingos de comida!

¿Y qué haces en este caso? ¡Pues claro! ¡Cargas con tu toppercillo pa que tu mamá o tu abue te pongan comida para llevar! ¡Genio!
Pero nuevamente… comunismo… no había Tupperware, así que la manera más práctica de transportar esa comida era en frascos… sí, el frasco vacío de la mermelada, o el de la mayonesa (pero el de tamaño normal, no como el de 10 litros que tiene el vato de los elotes que se pone a la salida del metro Tacubaya), cualquier frasco servía.
Y así era como podías saber quién era de aquí y quién no: si trae frascos con comida, es ranchero.

¿Es peyorativo? Ligeramente.
¿Es ofensivo? Quizás… pero no mucho, ya que incluso hay gente que al presentarse pregunta “¿Y tú eres varsoviano o eres frasco?”.

Yo soy un frasco… pero soy de importación :)